- Dimento Earl -
Surca veloz las calles monegascas al volante de un monoplaza autopropulsado por su arrogancia incombustible. Ayrton Raf, pentacampeón de la F1 en su modalidad de plástico y cartón, as del dado y rey de la velocidad, lidera un año más la carrera y cada nuevo paso por meta es saludado con un sinfín de vítores y aplausos por la masa enardecida congregada en la cara luminosa del tablero.
Narcisista compulsivo, este Kaisser de cuello achaparrado que compite con una corona de laureles bajo el casco, desoye las órdenes de equipo - su sentido común - y en el paroxismo de la arrogancia, menospreciando a pecho descubierto esa amenaza en forma de bólido que se cierne sobre su alerón trasero, decide abordar el tramo final del circuito sin asumir demasiados riesgos, deleitándose ya en una victoria que mentalmente suma a su palmarés. Solo 30 casillas le separan del golpe de la bandera ajedrezada, otro más, que certificará su indiscutible supremacía dentro del llamado Círculo de Jugones, pero su inmediato perseguidor, un joven piloto de excéntrico bigote recién ascendido a la categoría reina del lanzamiento de dados, ha apurado al máximo la frenada y sale de la última curva al rebufo del todopoderoso líder del mundial, dispuesto a aprovechar esa ventaja aerodinámica y su mayor velocidad punta para superarle en la recta final. Con una marcha menor, como el número de caras con el que afrontar la tirada más decisiva del circuito, Ayrton Raf se escora a la derecha en un burdo intento de cerrar el paso a su rival cuando éste abandona su estela, pero todo es en vano y al borde de la línea de llegada, el adelantamiento más memorable jamás visto sobre la celulosa del Principado pone fin a la carrera.
Empañada la visera del casco por la incredulidad, el ex-campeón, poco acostumbrado a la derrota, apenas acierta a mantener el coche en pista tratando de reconocerse en la mancha difusa y menguante, cada vez más diminuta, que intuye reflejada en el espejo del retrovisor del nuevo y flamante ganador del Gran Premio de Mónaco: el advenedizo Sebastian Earl. "Una estrella caduca se apaga y otra nace deslumbrando al universo con su desparpajo" murmura para sus adentros antes de alzar embravecido los puños cerrados en dirección al techo de la habitación y gritar desesperado "¿Cómo es posible?"
30 minutos antes
Más temido en el paddock de Home Dimento por su documentadísimo y extenso perorar, siempre con un libreto de instrucciones a mano, que por su fortuna en los juegos con un cierto componente de azar ponderando la mera táctica, Bernnie Eclestone Raf, anfitrión y organizador de esta empresa automovilística, desgrana una por una la reglas del Fórmula D, título editado en el 2008 por Asmodée que ya cuenta con 4 fantásticas expansiones publicadas en nuestro país. El locutor oficial de la retransmisión da paso a la publicidad interrumpiendo una explicación pormenorizada de la normativa vigente y los anuncios de la BGG se suceden uno tras otro en una secuencia interminable que habrá de repetirse en los momentos más cruciales de la carrera.
Su trazada impoluta es digna de la telemetría más estudiada: entra en las curvas con la marcha oportuna, reduciendo cuando es preciso, aguanta en ellas el tiempo necesario respetando las paradas obligatorias estipuladas en función de su longitud, ángulo y dificultad, para evitar ser descalificado o acabar quemando frenos y neumáticos en la escapatorias de arena (vías muertas de asfalto en el circuito real, en el mejor de los casos, y una penalización equivalente al número de casillas en que se supere el límite de la curva en el de cartón), sale de ellas pisando acelerador y embrague a un ritmo de vértigo, y en las rectas se muestra intratable, pero sin comprometer la integridad de su carrocería.
A pesar de su inexperiencia, completa una vuelta magistral, la más rápida de la Q3 y logra hacerse, contra todo pronóstico, con la pole. El segundo mejor tiempo y puesto en la parrilla de salida recae en el gran favorito de la velada, Ayrton Raf. Haciendo gala de una displicencia muy celebrada por sus fans, el campeón se cruza con el aspirante de camino a la rueda de prensa y devuelve la tentativa de saludo de éste ofreciéndole una mano flácida tendida en una dirección mientras mira a la contraria acompañando el desaire con una ráfaga de guiños a las pitladies, esas modelos erguidas como estatuas presentes en el reservado de los pilotos. En el fondo, desprecia a ese bisoño advenedizo por considerarle incapaz de mantener la tensión competitiva necesaria cuando se aplique el reglamento avanzado a la partida.
Las condiciones climatológicas empeoran por momentos y la lluvia amenaza con hacer acto de presencia condicionando el transcurso de la carrera. Los monoplazas serpentean por la pista tratando de calentar las ruedas hasta alcanzar su posición en la parrilla; suena un crujir de nudillos y algunos participantes afinan la muñeca rebotando los dados contra el tablero. Semáforo en rojo. Es el momento de la verdad; el olor a gasolina y testosterona resulta embriagador. Sebastian Earl da la vuelta a su cuadro de mandos para chequear los puntos disponibles de neumáticos, frenos, caja de cambios, carrocería, motor y suspensión. Aunque no está previsto parar en boxes, los factores a considerar se multiplican y conviene planificar cada trazada con una mezcla de seso y dado. Rugen los motores; Ayrton Raf sostiene firme el volante y mira al frente confiado en sus muchas horas de juego. Luz verde, comienza el Gran Premio de Mónaco y un inoportuno corte de nuestros patrocinadores trastoca la narración...
35 minutos después, aquí y ahora
La bandera naranja bordada en fieltro de su escudería ondea en lo más alto del mástil y una extraña música de compás sietecuatrochesco brota de la megafonía acompañando los largos tragos que Sebastian Earl le propina al botellón de champán. Ni una gota de alcohol se desperdicia sobre el podio instalado en un tapete marcado por la ausencia del gran perdedor de la jornada.
Concluida la ceremonia de entrega de premios, Ayrton Raf reaparece en escena con la cabeza rapada y luciendo un conjunto de camiseta sin mangas, moreno ultravioleta e hipermusculatura desaforada de la que se sirve para voltear sin gruñiditos de esfuerzo el tablero y propone celebrar una carrera ilegal de deportivos tuneados por ciudad. Sin importarle dar positivo en los controles policiales, Sebastian Earl se aviene a participar en esta competición urbana de la que saldrá igualmente vencedor, pero esa es otra historia y la publicidad no perdona...
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B.S.O de la partida: B.S.O. El Golpe (1973) - Scott Joplin
Música de fondo de la reseña: Silent Machine (2012) - Twelve Foot Ninja
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